Habla Conmigo | Fala Comigo | Talk to Me
Educador, lingüista, escritor, estudiante de antropología y mentor de jóvenes
4 de agosto de 2022
¿Te has parado a pensar lo privilegiados que somos de vivir en América Latina? A pesar de todos los problemas sociales que tenemos, todos los apuros económicos que atravesamos, los obstáculos que tenemos que superar todos los días, la violencia policial, la violencia callejera, tenemos algo que verdaderamente causa envidia (y la codicia) de otras partes del mundo: nuestra naturaleza exuberante.
Ser latinoamericano es sinónimo de abundancia, por la riqueza de nuestros suelos, los colores de nuestros bosques, nuestra biodiversidad, nuestros biomas. Aquí no solo tenemos la selva tropical más grande del planeta, que vive bajo el constante ataque de los intereses capitalistas, sino que también somos el suelo con las mayores reservas de petróleo, litio, hierro, plata, cobre, estaño, esmeralda, oro en todo el mundo. . Además, también albergamos la mayor biodiversidad vegetal y animal, con la mayor cantidad de especies de aves y plantas tropicales.
Sin embargo, para darnos cuenta de la gran riqueza natural y mineral que tenemos, y las razones por las cuales nuestros países son tan explotados y violados, es necesario conocer nuestro hogar y entrar en contacto con la Madre Naturaleza. Una buena opción para ello son los senderos y caminatas.
Varias ciudades latinoamericanas cuentan con paseos por la naturaleza, ya sea en forma de senderos, escalada, paseos en bote por los ríos, reservas naturales, playas aisladas, travesías, camping. De todos modos, las posibilidades son prácticamente infinitas en nuestro suelo. En Bogotá, donde vivo desde hace casi un año, caminar por la montaña es una opción perfecta para quienes quieren salir del caos de la ciudad y disfrutar de los paisajes naturales de los Andes colombianos.
Sin embargo, es necesario reconocer que vivimos en ciudades extremadamente caóticas y ruidosas, y muchos de los vecinos acaban llevándose estos ruidos a los senderos. Aquí es donde entra el saber de los pueblos originarios, de tratar a la naturaleza como parte integrante de nuestro propio cuerpo, convirtiéndola en un templo donde debemos mantener la contemplación silenciosa.
Los sonidos de la Madre Naturaleza se manifiestan de muchas formas, ya sea en el canto de los pájaros, en el viento que agita las hojas en las copas de los árboles, en las aguas que corren por las entrañas de la Tierra. Para apreciar verdaderamente un paseo por el bosque, es necesario este conocimiento y respeto por el suelo que pisas. Además de un buen ejercicio físico, esta clase de actividad ofrece aire fresco para renovar el organismo y una excelente terapia para una mente serena.
La filosofía indígena fue brillantemente descrita de la mano del escritor estadounidense Kent Nerburn, en su obra maestra Neither Wolf nor Dog, en la que retrata el viaje de un hombre blanco con un indígena navajo, que reflexiona sobre el silencio.
"Nosotros los indios sabemos del silencio.
No le tenemos miedo.
De hecho, para nosotros es más poderoso que las palabras.
Nuestros ancianos fueron educados en las maneras del silencio, y ellos nos transmitieron ese conocimiento a nosotros.
Observa, escucha, y luego actúa, nos decían.
Ésa es la manera de vivir.
Observa a los animales para ver cómo cuidan a sus crías.
Observa a los ancianos para ver cómo se comportan.
Observa al hombre blanco para ver qué quiere.
Siempre observa primero, con corazón y mente quietos, y entonces aprenderás.
Cuando hayas observado lo suficiente, entonces podrás actuar.
Con ustedes es lo contrario. Ustedes aprenden hablando.
Premian a los niños que hablan más en la escuela.
En sus fiestas todos tratan de hablar.
En el trabajo siempre están teniendo reuniones en las que todos interrumpen a todos, y todos hablan cinco, diez o cien veces.
Y le llaman "resolver un problema".
Cuando están en una habitación y hay silencio, se ponen nerviosos.
Tienen que llenar el espacio con sonidos.
Así que hablan impulsivamente, incluso antes de saber lo que van a decir.
A la gente blanca le gusta discutir.
Ni siquiera permiten que el otro termine una frase.
Siempre interrumpen.
Para los indios esto es muy irrespetuoso e incluso muy estúpido.
Si tú comienzas a hablar, yo no voy a interrumpirte. Te escucharé.
Quizás deje de escucharte si no me gusta lo que estás diciendo.
Pero no voy a interrumpirte.
Cuando termines, tomaré mi decisión sobre lo que dijiste, pero no te diré si no estoy de acuerdo, a menos que sea importante.
De lo contrario, simplemente me quedaré callado y me alejaré.
Me has dicho lo que necesito saber.
No hay nada más que decir.
Pero eso no es suficiente para la mayoría de la gente blanca.
La gente debería pensar en sus palabras como si fuesen semillas.
Deberían plantarlas, y luego permitirles crecer en silencio.
Nuestros ancianos nos enseñaron que la tierra siempre nos está hablando, pero que debemos guardar silencio para escucharla.
Existen muchas voces, además de las nuestras. Muchas voces."
Esta profunda filosofía sobre la importancia de silenciar las voces internas y escuchar los sonidos de la Tierra es muy valiosa para la persona que quiere conectarse con el territorio donde vive y con sus ancestros indígenas, personas que conocen hasta los secretos más ocultos de la naturaleza.