HABLA CLARA Y PASOS PRECISOS DE LA JUVENTUD HIP HOP
En un domingo soleado en la ciudad de Bogotá,
b-boys derriten las nubes y hacen que llueva granizo.
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En un domingo soleado en la ciudad de Bogotá,
b-boys derriten las nubes y hacen que llueva granizo.
Educador, lingüista, escritor, estudiante de antropología y mentor de jóvenes
20 de febrero de 2023
Los domingos soleados revelan una Bogotá más humana. Los rolos y los demás matices que componen la tercera capital más alta de las Américas salen a la calle luciendo vivos colores como las mariposas amarillas de Gabo. Atravesando las avenidas y carreteras de la región norte, aprecio los paisajes compuestos por las montañas circundantes y los barrios de calles estrechas, adornados con sus casas de colores. Algunos residentes toman café en las aceras, mientras otros desfilan la llamativa belleza del pueblo colombiano. Me siento como en uno de los vídeos musicales de Kali Uchis.
Decenas de calles más al norte, llego al Coliseo Servitá, para festejar a mi estudiante David Trejos, quien aquí, entre los demás bailarines, es conocido y respetado como Beat Real. Poco a poco competidores de diferentes regiones del país se reúnen frente a las instalaciones, esperando que se abran las puertas mientras se protegen de los intensos rayos del sol enviados por el Dios Andino. Desde la calle frente al Coliseo se escuchan las primeras canciones en los parlantes de los competidores, que esperan ansiosos el momento de empezar a bailar. Niños, jóvenes y adultos, vestidos en cómodos trajes para las sorprendentes maniobras que desvelarán más tarde, lanzan tímidamente los primeros pasos retraídos, en sus cuerpos deseosos de estallar en intensos movimientos.
Allí mismo, antes de que se abran las puertas, Pitu One, competidor y educador de Ibagué, en el departamento del Tolima, y yo iniciamos una conversación filosófica, que parece agradar a Inti, que nos brinda con rayos aún más intensos.
Por fin se abren las puertas y nos llaman para entrar. Decido esperar la llegada de Beat Real, quien me invitó a conocer el mundo del hip-hop en Bogotá. Como estaba un poco lejos, y el transporte urbano no siempre es rápido, me pide que entre para apreciar a sus hermanos y hermanas que ya están haciendo cola en la puerta del coliseo. La instalación forma parte de un complejo cultural en la localidad de Usaquén, donde también se encuentra la Biblioteca Pública de Servitá.
La arquitectura del complejo sigue el patrón de muchos otros edificios públicos de la ciudad: los ladrillos naranjas, herencia del estilo inglés traído por los primeros arquitectos, y las amplias plazas entre los edificios, influencia árabe traída por los españoles y moros que convivieron durante 800 años en el sur de España.
Son las 11 y Beat Real anuncia su llegada enviándome un vídeo de móvil, filmando el coliseo desde fuera y cantando "Eu só quero é ser feliz / Andar tranquilamente na favela onde eu nasci / É / E poder me orgulhar / E ter a consciência que o pobre tem seu lugar". En una panadería al otro lado de la calle me reúno con él para probar un pastel típico relleno de huevo y arroz. Le acompaña Purita, un competidor indígena venido del Guaviare, en el departamento del Vaupés, situado en la región amazónica del país. Ha venido a Bogotá especialmente para el concurso. Beat me cuenta que Colla, su primer profesor de break que ahora vive en Estados Unidos, le enseñó algo que tiene grabado permanentemente en la mente:
"EN CUALQUIER PARTE DEL MUNDO
SI HAY HIP HOP
HAY FAMILIA".
Este gimnasio-arena-coliseo, aunque es el escenario de una competencia entre algunos de los mejores b-boys de Colombia, se configura en una gran reunión familiar. Todos son mi bro. Abrazos, apretones de manos, sonrisas, bromas y mucho respeto entre los competidores revelan que la cultura del break dance y del hip-hop giran en torno a la comunión y la cooperación.
Los calentamientos comienzan en los laterales del gimnasio, mientras en el escenario central, los jueces Bboy Tintin, Bboy Giova y Bboy Ricky Rulez, la presentadora y el deejay también se preparan para las batallas. Primero se presentan los pequeños, y ya me asombran las habilidades de niños y niñas que creo que tienen 3 o 4 años. En esta primera fase también actúan adolescentes. Beat Real me explica que este es el filtro, y que solamente unos pocos pasarán a la siguiente fase.
En medio de una granizada, de la que salen algunas piedras de hielo que atraviesan el techo y llegan hasta el escenario donde actúan los bailarines más experimentados, se presenta Pilot, uno de los pioneros del break dance en Colombia, que entra en escena bajo una distintiva reverencia. En esta categoría, hombres y mujeres compiten de igual a igual.
Piruetas, giros, volteretas y las más variadas acrobacias caracterizan las presentaciones. A mi lado, Beat comenta los competidores y los pasos, trayéndome referencias de b-boys, incluso de otros países, que inspiraron los movimientos que estamos viendo.
En una de las últimas batallas en trío, Beat Real actúa con su grupo. Por primera vez le veo bailar en persona. Con una chaqueta Adidas blanca y negra y unos pantalones anchos con graffitis decorando los laterales, comienza la actuación con sus maneras irreverentes y ese malandragem envolvente que podría ser herencia caleña, su ciudad natal, mezclada con sus andanzas por Brasil. Jugando con los bamboleos que recuerdan la vagancia de la capoeira, Beat Real confunde al público con su voy-no-voy, tú-piensas-que-es-sí-pero-es-no.
Sin embargo, deja una cosa clarísima: el hip-hop es compromiso, el hip-hop es libertad, el hip-hop es familia. El hip-hop, el arte heredado por nuestros hermanos afroamericanos en Estados Unidos, es una poderosa expresión de cuerpos preparados para vivir sin miedo.
Accede a las presentaciones del Festival Efecto Corporal aquí.
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