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Educador, lingüista, escritor, estudiante de antropología y mentor de jóvenes
"Tamales, tamales, tamales!." Si has reconocido esta señora que pasa delante nuestras casas casi que a diario, también se te habrá hecho agua la boca. Los más variados platos a base de maíz tienen algo en común: es muy difícil encontrar a alguien a quien no le guste al menos uno de ellos. Tamal, arepa huevo, arepa rellena, peto, arepa de choclo, chicha morada, tortillas, quesadillas, arepa boyacense, tamal de pipián, envueltos, maíz cocido, sopa paraguaya, pastel de maíz, ajiaco, tacos, jugo de maíz, helado de maíz, sopa de maíz, pamonha... la lista es interminable, tal es la versatilidad de este alimento milenario. Ahora bien, ¿alguna vez se ha preguntado cómo sería su vida sin maíz? Si usted, como yo, no puede prescindir de este alimento que asociamos a nuestra vida cotidiana y a las fiestas, es hora de celebrar el encuentro de los guaraníes con los pueblos andinos, que nos dio acceso al oro comestible. Hablaremos de este encuentro por una perspectiva brasileña.
En el Brasil anterior a Brasil, cuyo nombre Pindorama marca la pauta del lugar, muchos grupos indígenas contribuyen, a costa de mucho derramamiento de sangre, a esta nación que conocemos. Hoy, en la región costera, aún se encuentran las capitales más pobladas del país, como Río de Janeiro, Salvador, Recife y São Paulo. Las etnias más importantes son los guaraníes, de Espírito Santo a Río Grande do Sul, y los tupinambás, de Río de Janeiro a Paraíba. La Ciudad Maravillosa y el Cristo Encarnado en Nosotros son la Babilonia costera indígena. Este litoral de inmensidades verdes, amarillas y azules de las más diversas tonalidades, ocupa el bioma de la Mata Atlántica, que hoy, después de 523 años de colonización y de lógicas extractivistas y desarrollistas, ha perdido más del 87% de su vegetación original. Por eso, cuando hablo de los pueblos guaraní y tupinambá en tiempo presente, utilizando verbos como marca, contribuyen y son, voy en contra de los libros de historia tradicionalistas y eurocéntricos que insisten en colocar a los pueblos indígenas en la posición de seres folclóricos, habitantes del pasado, No solo estoy reconociendo la resistencia de estas etnias que siguen vivas en sus pueblos y también en nuestras venas y memorias colectivas, sino que también lo estoy haciendo en forma de acto político, rescatando la importancia de "aprender a ser indios", consejo brillantemente presentado por el antropólogo Eduardo Viveiros de Castro. Si hoy solamente el 12,4% del bosque más violado del mundo está en pie, este triste hecho es consecuencia directa de que nosotros, mata atlánticos de Pindorama, no aprendimos de nuestros antepasados que emigraron hace miles de años de la Amazonia, que un bosque en pie es la verdadera riqueza de un pueblo.
Tal vez usted, lector, no esté familiarizado con la palabra Pindorama, nombre dado por los guaraníes a esta región costera, bendecida por Dios y hermosa por naturaleza. La palabra viene de los vocablos pind'ob (palmera) y orama (espectáculo). Aquí ya tenemos información relevante sobre la cosmovisión de los pueblos originarios, y cómo diverge totalmente de los intereses de los colonizadores que llegaron aquí. Si para los nativos Pindorama es el espectáculo de las palmeras, donde nuestro hogar debe ser admirado y consagrado tal como es, para los conquistadores, esta tierra, de inagotables recursos naturales, debe ser talada y comercializada. El Pau-Brasil, el primer árbol considerado una mercancía, ha bautizado Brasil.
LOS GUARANÍES
Aproximadamente 400 d.C. es la fecha más aceptada entre antropólogos y arqueólogos sobre el nacimiento de la cultura guaraní tal como se entiende, en la región amazónica que hoy corresponde al estado de Rondonia. Emigraron primero al Chaco, región que corresponde a Bolivia, Paraguay y Argentina, y llegaron a la costa brasileña, donde continuaron dividiéndose y extendiéndose hasta ocupar un vasto territorio que hoy corresponde a los estados del sudeste, centro-oeste y sur de Brasil, entrando donde hoy está Uruguay. Bolivia es el país donde se supone que se produjo el contacto entre los dos pueblos, lo que posibilitó el intercambio de alimentos. El Camino del Peabiru, una enigmática red de senderos que, a lo largo de sus sorprendentes 4.000 kilómetros, atravesaba y conectaba los océanos Pacífico y Atlántico sin causar ningún daño a la naturaleza, habría sido el vínculo entre los pueblos. Este sendero, lleno de leyendas, mitos e historias, se remonta entre 500 y 400 años a la era cristiana, según algunos historiadores, mientras que otros sugieren un año mucho más lejano, hace 10.000 años, en el Paleolítico. Uno de los mitos más interesantes y curiosos es que la ruta se habría diseñado imitando los caminos de la Vía Láctea. No lo sabremos hasta que la recorramos observando las estrellas, pero un hecho concreto es que el LP Peabiru, de 1975, una colaboración entre los artistas Zé Ramalho y Lula Côrtes, es a día de hoy el disco más valioso de toda la música brasileña.
Tanto para los guaraníes como para los andinos, el maíz se considera un alimento sagrado, por lo que debe tratarse con sumo cuidado, respetando la mejor época para plantarlo y los rituales que rodean su cosecha, bautismo y consumo. En el hemisferio sur, los guaraníes siembran el maíz entre agosto y septiembre para obtener los mejores resultados de cosecha, mientras que en el hemisferio norte, los pueblos andinos y mesoamericanos lo siembran entre febrero y marzo. Avaxi Ete'i en lengua guaraní significa "maíz de verdad", y sus granos son mucho más nutritivos que los transgénicos que se encuentran en las mesas brasileñas. Dentro de esta gran denominación, existen también las especies avaxi ovy (maíz azul), avaxi ju (maíz amarillo), avaxi ü (maíz negro), avaxi pyta (maíz rojo), avaxi xi (maíz blanco) y sus mezclas, cuando las mazorcas contienen más de un color. En las culturas que perciben la tierra como una entidad viva y sagrada, las ofrendas son una parte fundamental del agradecimiento por los alimentos. Una vez que el avaxi ete'í está listo para la cosecha, el siguiente paso es consagrarlo preparando el mbojape, un pastelito de masa de maíz hecho con el grano rallado y horneada dentro de la hoja del propio maíz. Este pastel, elaborado por las mujeres de la comunidad, representa su trabajo en las casas de oración. Por último, el chamán o líder espiritual de la comunidad bendice el avaxi ete'í con el humo de la petyngua (pipa sagrada de los guaraníes) y, a continuación, el maíz puede prepararse de la forma que se desee: hervido, al horno, en torta, pastel, puré, y cualquier otra que surja de la creatividad de la comunidad.
LER: NOSSA SENHORA APARECIDA, UM SÍMBOLO NACIONAL ALÉM DE RELIGIÕES
El maíz es un alimento ancestral que se remonta aproximadamente 7.000 años antes de Cristo, en lo que hoy es México. Fruto del ingenio humano, este alimento fue desarrollado genéticamente por los indios mesoamericanos, mediante el cruce de diferentes plantas. Esto significa que, mucho antes de las corporaciones genéticas, ya se experimentaba con el maíz. Si hoy tenemos acceso casi exclusivamente al maíz amarillo transgénico, plantado a gran escala en gigantescas granjas de monocultivo, esto es el resultado de muchas décadas de planificación, con la influencia directa de multimillonarios estadounidenses, entre ellos Nelson Rockefeller. La familia Rockefeller, propietaria de grandes empresas petroleras como la ESSO, llegó a Brasil proponiéndose ayudar a la productividad del maíz brasileño, que entonces era muy diverso y difícil de producir a gran escala. Con años de modificaciones genéticas en el grano, hoy las semillas de maíz producidas en Brasil son prácticamente patentadas y vendidas por gigantescos laboratorios genéticos norteamericanos, haciendo que los productores se conviertan en sus rehenes. Se estima que 93% de todo el maíz producido en Brasil es semilla transgénica, y de todo el maíz producido en el país, 70% se destina a la venta como ración animal. Desgraciadamente, nuestro grano no procede de Pindorama. Pero no desesperen, hay esperanza. EMBRAPA, la empresa estatal responsable, entre otras cosas, de preservar la biodiversidad brasileña, tiene en su edificio de Brasilia cerca de 4.000 especies de maíz, 300 de las cuales están directamente vinculadas a culturas indígenas. Además, en las aldeas guaraníes y de otras etnias, se mantiene la tradición milenaria de cultivar el maíz en el momento que la naturaleza lo pide, respetando los procedimientos sagrados de plantación, cosecha y preparación, y también de conservar la mayor diversidad posible de este vegetal sagrado. Nuestro impedimento es que Brasil fue fundado en una lógica productivista, en la que hay demasiados latifundios, demasiadas grandes haciendas de monocultivo, y muy poco espacio para los indígenas, los palenques y los campesinos, los que preservan las tradiciones y realmente se preocupan por la alimentación.
Avaxi ete'í guarani
NECESITAMOS APRENDER A SER INDIOS
El primer paso para desmitificar la forma de pensar, sentir y actuar de los indígenas es comprender su relación con la naturaleza. La palabra indígena, de origen latino, significa "originario de ese lugar", es decir, una persona que no ha sido expulsada de su tierra natal. Muchos indígenas, aunque no fueron completamente eliminados por los colonizadores, fueron expulsados de sus tierras. Hoy, en plena ciudad de São Paulo, los guaraníes m'bya que ocupan el Jaraguá desde el siglo XVII, tras ser expulsados de sus tierras, sufren las presiones de la especulación inmobiliaria que pone en riesgo constante a hombres, mujeres, ancianos y niños. La visión positivista y desarrollista de la política brasileña, con mayor fuerza en el Sureste, explica la presencia guaraní en las tierras interiores de São Paulo, Minas Gerais, Goiás y Mato Grosso. Aún hoy, los guaraníes y muchos otros grupos étnicos luchan por el derecho a conservar o regresar a sus tierras originales.
El segundo paso es dejar de encuadrar a los indígenas en un gran grupo homogéneo. La palabra indio, utilizada durante mucho tiempo para designar a todos los pueblos originarios de Brasil, se refiere a los habitantes de la India. Por maravilloso y profundamente plural que sea el pueblo indio, este término no se ajusta al significado que buscamos, explicado en el párrafo anterior. Cada pueblo tiene sus costumbres, su lengua, su visión del mundo e incluso entre los propios guaraníes, que en territorio brasileño se dividen en tres grandes grupos: m'bya, ñandeva y kaiowá, se encuentran notables diferencias en costumbres, espiritualidad, rituales y hasta en la misma lengua.
Cuando Ruth respigaba cantando en las mieses de Booz
y Jesús bendecía los trigales maduros,
yo era apenas el tubérculo nativo de las aldeas amerindias.
Fui el angú pesado y constante del esclavo
en la fatiga del campo.
Soy la arepa grosera y modesta del pequeño sitiero.
Soy la harina económica del proletario.
Soy la polenta del inmigrante
y la miga de los que comienzan la vida en tierra extraña.
Alimento de puercos y del triste mulo de carga.
El que me planta no levanta comercio, ni aventaja en dinero.
Soy apenas la abundancia generosa y despreocupada de los pósitos.
Oración del Maíz, Cora coralina
La poetisa goiana Cora Coralina publicó su primer libro a los 75 años, 61 ciclos solares después de empezar a escribir. Fue una señora que sabía respetar la vida y las exigencias del tiempo. Una señora que sabía que el alimento básico de la humanidad no debe ser el enriquecimiento de las personas. Lamentablemente, para nuestra melancolía de un Brasil posible, no hay respeto por los ciclos en la lógica del mercado, únicamente el lucro desenfrenado. Con la excusa de la productividad, supuestamente a favor de alimentar a más personas, como ya habían hecho con el trigo, el maíz es modificado para que las empresas ganen más dinero, mientras venden la mayor parte de su producción a los ganaderos, cuando solamente su excedente, un grano de bajísima calidad, se destina al consumo de la población que los productores dicen priorizar.
Avaxi Ete'í, 2021
Pintura al óleo
Tamikuã Txihi
Entre el 2016 y el 2017 en la más grande cadena de televisión del país, la Rede Globo, una propaganda sobre el agronegocio decía: "El agro es tech, el agro es pop, el agro es todo". Sin embargo, según una encuesta del IBGE (Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas), la agricultura familiar representa el 70% de los alimentos consumidos en Brasil, así que quien realmente alimenta la población brasileña no es el agronegocio, si más bien los pequeños productores. La ventaja que tiene el agronegocio, es dinero para invertir en publicidad, como esta en la Rede Globo, que curiosamente dejó de apoyar a los productores de soja y ganado, para mostrar una cara más progresista hacia los pueblos indígenas. ¿Será que los dueños de los latifundios se mostraron más bolsonaristas de lo que la emisora preveía?
Reconectarse a la tierra es imprescindible para la humanidad, así que el protagonismo, en el siglo XXI debe ser de los pueblos indígenas, que saben respetar los ciclos naturales de las plantas y de los animales. El maíz, multiplicable y sagrado, se volvió un símbolo de amistad y solidaridad entre los pueblos del continente americano, acordándonos que estos nuevos tiempos deben ser colectivos, colaborativos y participativos. En esta realidad virtual, donde lo buscamos realmente es la conexión humana y con la naturaleza, sabemos que compartir publicaciones puede ser genial, pero compartir el maíz es más que eso, es divino. Ahora díganme, antes de recorrer estos 4 mil kilómetros y estos 2500 años, ¿quién hubiera imaginado que en un simple tamal, una pamonha o una arepa, se escondía la historia de la humanidad?
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